miércoles, 21 de julio de 2010

LA VICTORIA DE PAPEL.

¿Se puede dar vuelta a la hoja y hacer como que no ha pasado nada en Veracruz luego de las cuestionadísimas elecciones del 4 de julio? Eso es lo que pretende el gobernador Fidel Herrera y el candidato declarado ganador indebidamente por el árbitro electoral, por la oficialidad fiel, medios y columnistas que ya sabemos incluidos, y por los firmante del mismo equipo que llenan planas y planas de “felicitaciones”. Es hasta hoy un triunfo de papel. La presunta victoria aún debe, como marca la ley, ser calificada por los tribunales electorales, y en ese camino el gozo se puede ir al pozo, pues su confirmación pende de varios hilos a cual más frágiles.

El tema no está cerrado como anhelan y de actuar el Tribunal Electoral del Poder Judicial de Veracruz con independencia y apego a la ley, el triunfo mediático se quedará en eso. Son tantas las irregularidades que se cometieron el día de la jornada electoral y tan burda la operación del órgano electoral para arreglar actas, maquillar cifras y consentir la manipulación de paquetes electorales, que este coctel no resiste el menor análisis de cualquier órgano jurisdiccional que se respete. Y todo esto sin contar lo que fue la organización y desarrollo del proceso electoral, donde los principios rectores de la función electoral definidos constitucionalmente, palidecieron ante la elección de Estado que se preparó. De los principios de imparcialidad, legalidad y equidad, por citar algunos, solo quedo el de fidelidad al proyecto sucesorio. Triste papel cómplice el que jugó el Instituto Electoral Veracruzano y lamentable lo actuado por varios de los consejeros ciudadanos que integran su consejo general.

Lo que es un hecho, y más allá de lo que resuelvan los tribunales, es que el gran derrotado en esta elección es el proyecto transexenal, la quimera de dar continuidad a la mal llamada fidelidad. El hartazgo ciudadano se manifestó a lo largo y ancho de Veracruz. La gente mayoritariamente votó por poner un hasta aquí a la impunidad, la corrupción como norma de gobernar, la demagogia y la simulación. Si la elección del 4 de julio fue un referéndum, la conclusión salta a la vista y con ello se esfuman sueños presidenciales. El tránsito de las bravatas del “carro completo” y las encuestas que ubicaban al candidato del PRI 30, 20 o 15 puntos arriba de Miguel Ángel Yunes a la “victoria” que todavía no se atreven a celebrar, a la búsqueda de traidores, a la invocación a las purgas al estilo estalinista y la notoria preocupación que les embarga, comentado esto por operadores cercanos al bunker rojo, es revelador de lo que realmente pasó en la elección. Y no solo ellos lo saben, es convicción generalizada en cualquier lugar de reunión, en las sobremesas, en los encuentros de amigos y en las comidas familiares, en la ciudad que usted quiera y en los círculos de opinión del color que le guste.

A este triunfo de papel le falta lo más importante, que es lo que legitima el accionar político: que la gente lo crea. Ahí radica, además de en el cúmulo de irregularidades en que pretenden sustentarlo, su fragilidad. Por eso no se puede dar vuelta a la página ni aceptar que ya lo pasado, pasado.

En unas semanas el Tribunal Electoral de Veracruz dará la nota. El cómputo final, la calificación de la elección y la declaración de validez de los comicios están en sus manos. Su veredicto no es definitivo y queda el camino del Tribunal Federal. Sin embargo, los magistrados pueden ahorrarles a los ciudadanos la espera. Lo irremediable llegará, sin duda, para infortunio de los delirios de continuidad, de la búsqueda de protección e impunidad, de quienes desviaron millones y millones de pesos de recursos públicos y que hicieron de la guerra sucia, la coacción y la compra de votos su oferta política. No falta mucho.    Fuente informativa: Alcalorpolitico.com    Fecha de publicación: Miércoles 21-Julio-2010.    Autor: Emilio Cárdenas Escobosa.

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