Ya el procurador mexiquense dijo lo que la opinión pública no quería escuchar: “La muerte de la pequeña Paulette fue accidental”. Y punto.
La investigación de la muerte de la niña de apenas cuatro años de edad, se llevó en medio de un ámbito de irregularidades y desatinos, como las declaraciones anticipadas de Bazbaz de que las investigaciones trotaban por la hipótesis del homicidio, de ordenar tratamiento psicológico para Lissete, la mamá de Paulette y de someter a las nanas de las niñas a severos interrogatorios como esperando algún titubeo, de esos que se dan naturales en los crueles interrogatorios policíacos, para declararlas culpables.
Los vecinos también se sumaron a la voluminosa búsqueda: alberca, jardines, los otros departamentos; en todos lados… y nada, absolutamente nada.
¿Algún embrujo se habría apoderado de la recamara de Paulette que hizo ver visiones a todos, incluyendo a la perspicaz e inteligente Adela Micha, que en algún momento de la entrevista permaneció sentada en la cama del hechizo? Por eso están molestos, por eso nadie cree en lo que dijo el novel procurador.
Hay algo que llama la atención por que se contrapone a las conclusiones del Procurador mexiquense: el equipo con que cuenta la Procuraduría del Estado de México es de alta tecnología, lo mejor en recursos para investigar; los peritos cuentan con la mejor inversión en cuestiones de capacitación; es más, la Procuraduría de Bazbaz esta muy por arriba de la Procuraduría General de la República. Entonces, ¿qué fue lo que pasó?
Por eso, tal vez tengan razón quienes critican al Procurador pero no por llegar a conclusiones inverosímiles, sino por no dimensionar las consecuencias de las relaciones de la familia Gebara Farah con los círculos del poder presidencial, de donde tal vez provino alguna petición para darle una salida tangencial al asunto.
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