viernes, 25 de junio de 2010

La magnitud del voto corporativo.


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Ahora, tras oír las conversaciones telefónicas de Fidel Herrera y de Ulises Ruiz, sabemos que en algunas entidades se celebran auténticas elecciones de Estado, y no porque un mandatario estatal se pronuncie por tal o cual candidato (algo normal en las democracias) o porque la obra pública se acelere en los meses previos a los comicios (algo que también ocurre en toda democracia). No, una elección de Estado es aquella en que los recursos gubernamentales son utilizados directamente para favorecer a los candidatos del partido gobernante, rompiendo cualquier viso de equidad. Sea cual sea el resultado en Veracruz o Oaxaca, el PAN tendrá elementos para descalificar la legitimidad de la elección y sus resultados, ante la certeza (auditiva) de que ahí se celebró una genuina elección de Estado, pues no habrá condiciones de confiabilidad y credibilidad en ese proceso electoral. Pese a que las grabaciones obtenidas ilícitamente no tienen valor probatorio, las instancias electorales tendrían que investigar para determinar en dónde y de qué forma se aplicaron esos recursos.

Independientemente del margen con que pudiera ganar el candidato del PRI sobre su más cercano seguidor, la elección ha perdido ya toda legitimidad. Aunque la famosa "cláusula de nulidad abstracta" ha quedado erradicada en los hechos por la reforma electoral de 2008, saber que se destinaron recursos públicos por orden del Ejecutivo estatal marcó ya el proceso por la ilegalidad. Además, hay elementos para pensar que las autoridades electorales han sido compradas por el gobierno, lo cual tampoco debe sorprender, pues cada vez más esa es la pauta predominante en las instituciones estatales. Resulta difícil, sin embargo, calcular cuánto del voto que favorezca al PRI (y sus aliados) habrá sido producto de los operativos de Estado. Sabemos que ciudadanos que reciben despensas o materiales de producción pueden, pese a ello, votar como quieran en la mampara. Aunque, por otro lado, hay mayor control sobre comunidades rurales, donde es posible presionar a sus habitantes para que ahí se obtenga un resultado favorable el PRI, pues de otra manera la sanción -económica o social- se aplicaría colectivamente. A veces es posible calcular un número aproximado de voto corporativo, pero no siempre (y no con plena certeza, desde luego).

A manera de ejemplo, en los comicios federales del año pasado, donde el PRI se levantó con un impresionante triunfo, muchos piensan que eso se debió fundamentalmente a la mayor abstención respecto de 2006, por lo que el voto duro suele prevalecer (considerando que el voto duro más amplio y robusto es el del PRI). Pero la explicación no se agota ahí, e incluso quizá la principal explicación no es ésa. Ese modelo de explicación supondría que el PRI recibió más o menos el mismo número de votos que en 2006 (su voto duro), pero como sus rivales perdieron muchos sufragios, entonces perdieron varios distritos. Sin embargo, de los casi diez millones de votos perdidos por el PAN y el PRD (con sus respectivos aliados), tres millones y medio fueron captados por el bloque PRI-PVEM. Es decir, hubo una transferencia neta de votos al PRI-PVEM. Pero, por otro lado, se registró un incremento no pequeño de nuevo voto respecto de 2003, que no puede explicarse en su totalidad por el movimiento del voto nulo (y que convocó a los ciudadanos inconformes a anular el voto en la urna, en lugar de sólo abstenerse). Del 2.8% de nuevos votos registrados respecto de 2003, 1% correspondió al voto nulo, pero el otro 1.8% fue de voto partidista. La pregunta es: ¿por qué alguien que no votó por un partido en 2003 lo haría en 2009, si no hubo nada de extraordinario en esos comicios? Probablemente los gobernadores desempolvaron y aceitaron sus aparatos electorales para incrementar la presencia de sus respectivos partidos. Sobre todo en ciertas entidades, el voto partidista se dispara de manera inverosímil: en el Estado de México, el incremento fue de 13%, en Coahuila de 11% y en Veracruz fue de un no despreciable 6 por ciento. Si sumamos los nuevos votos partidistas en los estados gobernados por el PRI donde hubo incremento, el resultado es de más de un millón, casi una tercera parte del voto que recuperó el bloque PRI-PVEM en todo el país. De ese millón, el Estado de México aportó 65% y Veracruz 15%; 80% entre ambos. Fidel Herrera ya nos mostró cómo se hace. Debemos esperar más o menos lo mismo -con o sin grabación telefónica de por medio- en los próximos comicios estatales de 2011 y, desde luego, en 2012. Fuente informativa: Excelsior.com.mx Fecha de publicación: Viernes 25-Junio-2010 Autor: Jose Antonio Crespo.

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