No voy a repetir las declaraciones de Juan Sandoval Íñiguez sobre los homosexuales, el jefe de Gobierno capitalino y los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Tales groserías no merecen ser repetidas. Lo increíble es que las haya pronunciado un cardenal. No puede ser que un príncipe de la Iglesia católica hable de esta manera. Si yo fuera católico, me daría mucha pena que un líder de mi religión se expresara así. Por la bajeza en la forma y la calidad del contenido, lo único que logró Sandoval Íñiguez es devaluar su imagen como líder espiritual.
El cardenal tiene todo el derecho, de acuerdo a sus convicciones, a estar en contra de que una pareja de homosexuales se case y adopte. Pero en nada ayuda a su Iglesia el ponerse al nivel de un peladito de barriada. Si está en contra, que lo explique con argumentos serios, teológicos y morales. Que exponga el significado de las Escrituras sagradas en esta materia. Que demuestre liderazgo profundo y sincero con su fe. Que lo haga con inteligencia, habilidad, compasión y tolerancia con el prójimo. Eso es lo que se espera de un verdadero líder religioso.
Sobre todo de un cardenal. De un prelado que debe conducirse con la dignidad de aquellos que son candidatos a convertirse en la máxima autoridad de la Iglesia católica que es el Papa. Efectivamente: Sandoval Íñiguez podría convertirse algún día en Sumo Pontífice. Evidentemente ni candidato será por cómo se comporta.
¿Así hablará Sandoval Íñiguez, con tal soltura, en sus consistorios con el papa Benedicto XVI?
El término “cardenal” viene “del latín cardo o bisagra, lo cual sugiere el papel de fulcro (punto de apoyo, gozne) que juegan: ellos son las ‘bisagras’ alrededor de las cuales gira todo el edificio de la Iglesia en torno a su máximo dirigente, el Papa, y con éste, en torno a Jesucristo.” ¿Contribuye Sandoval Íñiguez al edificio católico al hablar en forma tan grosera? Sinceramente creo que no. Lo único que genera es una mala imagen como sacerdote de su Iglesia.
La religión es un asunto fundamental para la mayoría de los humanos. Los sacerdotes juegan un papel importantísimo para trasmitir los valores, creencias y prácticas de lo que se considera sagrado. Una comunidad religiosa necesita de líderes que la guíen por el camino que consideran es el correcto. ¿Puede un cardenal dirigir una diócesis tan importante como la de Guadalajara con lenguaje soez y especulaciones difamatorias?
La Iglesia está enojada por la ley del Distrito Federal que permite el matrimonio entre homosexuales y la posibilidad de adoptar, ratificada esta semana por la SCJN. Pero eso no le da derecho a ningún sacerdote, de ninguna religión, a comportarse de manera indigna. A devaluarse. A comportarse como borracho en gallera aventando improperios a todo pecho.
De acuerdo a una nota periodística, “los más de cien obispos y arzobispos del país que conforman la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) expresaron su solidaridad con los cardenales Juan Sandoval Íñiguez y Norberto Rivera, en torno a su postura sobre las uniones homosexuales y la adopción por parte de personas del mismo sexo, lo cual consideran falta de respeto a la esencia del matrimonio. ‘Lamentamos que al manifestar estos conceptos en la opinión pública existan quienes recriminen y amenacen alertando la intolerancia, cuando la tolerancia es la posibilidad de que todos expresemos nuestra opinión y posiciones’, sostiene la CEM en un comunicado”.
El problema no es la postura de Sandoval Íñiguez. No. El problema es la forma y el contenido de sus declaraciones. Arrabaleras, impropias, a todas luces, de alguien que porta el capelo cardenalicio.
Fuente informativa: Excelsior.com.mx // Fecha de publicación: Miércoles 18-Agosto-2010. // Autor: Leo Zuckermann.
No hay comentarios:
Publicar un comentario